lunes, 3 de noviembre de 2008

¿De qué cultura de prevención hablamos?



Articulo de opinión de Gregorio Benito Batres, experto en salud laboral.Bajado de la Fundacion Sindical de Estudios:http://www.fundacionsindicaldeestudios.org/


La cultura consiste en el conjunto de modos socialmente adquiridos de pensar, sentir y actuar de los miembros de una sociedad concreta. Marvin Harris.


Coincidiendo con la definición y entendiéndola con carácter general, hemos de advertir y constatar la concurrencia, bajo una cultura hegemónica o dominante, de diversas culturas subalternas, agrupadas en torno a distintas características sociológicas: clase social, edad, sexo, lengua, etnia, geografías, etc. Todo ello en una sociedad concreta y referido a los modos de pensar, sentir, actuar y vivir de los distintos grupos que conforman dicha sociedad. Es conveniente, también, tener en cuenta el carácter histórico y dinámico de la cultura y su evolución, y los cambios de cultura hegemónica en el acontecer histórico de las sociedades.


El tan aludido, y casi nunca analizado terminológicamente “propósito de fomentar una auténtica cultura preventiva, mediante la mejora de la educación…”, recogido en la exposición de motivos de la ley 31/95 de Prevención de Riesgos Laborales, nos deja en una interpretación no comprometida y en una medida acorde con la concepción krausista de los cambios sociales por medio de la educación, necesario, pero no suficiente, en conflictos de clase.


Es conveniente aclarar que a lo largo del articulado de la ley, y en otras normas relacionadas, se establecen responsabilidades y responsables. Pero hay un salto entre lo general y lo concreto que permite una extendida manipulación de “la cultura de la prevención”. Prueba de ello es que, aparentemente, todo el mundo está de acuerdo en lo positivo del término y su necesaria aplicación. Sin embargo, en lo cotidiano, se expresan concepciones e interpretaciones muy distintas sobre las causas y los remedios ante los accidentes y las enfermedades que origina el trabajo. Políticos, Administraciones, empresas y sindicatos se acusan mutuamente y hacen referencia a muy distintas causas, responsabilidades y medidas.


La inclusión de los términos “cultura de la prevención”, en la exposición de motivos de la Ley, no tiene una importancia menor o meramente formal, ya que debe conformar el espíritu de la misma y, además, ha sido de los términos más utilizados en la vida material de la norma. Cientos de documentos, protocolos, informes, planes, estrategias; solicitudes de financiación para formación, investigación, subvención, etc. incorporan, imprescindiblemente, los términos “cultura de la prevención”


De la propia inclusión de la frase en la norma se deduce la necesidad de sustituir una anterior cultura dominante de la prevención, -¿falsa por contraposición a auténtica?-, hoy anticuada y todavía viva, por no sustituida.


Sin embargo, en el fenómeno de la cultura, construir otra distinta pasa, imprescindiblemente, por un proceso de de-construcción de la antigua. Proceso, que no es, precisamente, ni fácil, ni sencillo, en el caso de comportamientos profundamente arraigados en una sociedad. Concepciones como el sufrimiento, el dolor y el riesgo como factores naturales del trabajo y su aceptación pasiva, tanto en sus raíces religiosas como laicas, tienen como consecuencia lógica medidas de prevención vinculadas a protecciones santorales o al destino. Las referencias tan habituales a la suerte o a la desgracia, a la casualidad, siguen conformando la cultura de nuestra sociedad.


El mantenimiento de estas concepciones en pleno siglo XXI no es fruto ya del desconocimiento, lo mantiene y estimula el beneficiario como en la novela negra, hay que preguntarse por el beneficiario.


Ello es fácilmente reconocible en interpretaciones habituales de temas relacionados con la salud laboral. Son frecuentes las divergencias en las primeras declaraciones públicas después de un accidente laboral. Los empresarios, en el mejor de los casos, insisten en el error humano o en la casualidad, de lo que se deduce sutilmente la responsabilidad del trabajador, cuando no le culpan explícitamente. El olvido habitual del árbol de causas y de la cadena de fallos, centra el acontecimiento en una sola causa: la más inmediata y directa, en la que evidentemente se encuentra actuando, físicamente, el trabajador. El empresario se encuentra normalmente a kilómetros de distancia.


Sin embargo, hoy hay plena coincidencia en el origen multicausal de los accidentes, la necesaria seguridad del entorno de trabajo y la preeminencia de los medios de prevención colectivos sobre los individuales. Lo más frecuente es que se produzca más de un fallo. Todo ello confirmado por las normas legales y técnicas.


El tratamiento periodístico del accidente laboral como suceso de consumo informativo inmediato transfiere a la investigación el conocimiento, en profundidad, de las causas. Para la finalización de dicha investigación, el hecho ha dejado de ser noticia y sólo en casos extraordinarios se publica.


¿Qué razón lleva a seguir insistiendo a algunos agentes en determinadas culturas falsas de la prevención?: Por una parte sobrevive con cierto arraigo una cultura culpabilizadora del trabajador y a él se han dirigido los mensajes a lo largo de muchos años en los temas de salud laboral, y por otra es evidente el origen capitalista-industrial de esa cultura y el claro interés económico al que responde.


La construcción de un sistema de cobertura de las contingencias profesionales basado en la responsabilidad objetiva del empresario y una concepción meramente indemnizatoria y reparadora, vigente en nuestro país desde la Ley de 1900, no debe servir para eximir al mismo del cumplimiento riguroso de las normas de prevención. Precisamente la nueva cultura que apunta la ley, y que debe expresar y aplicar sin ambigüedad, debe poner el acento en evitar el daño con la eliminación del riesgo en su origen. Limitarse a una cultura indemnizatoria o reparadora, sin duda necesaria pero no anticipadora, es la consecuencia de una cultura que concibe el accidente y la enfermedad laboral como inevitables.


Sólo un proceso de de-construcción en sus orígenes de esa interesada cultura y una reconstrucción basada en los nuevos conocimientos y en nuevas formas de pensar, sentir y actuar sobre las condiciones del trabajo hoy, van a hacer posible una nueva cultura de la prevención transformadora.

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