viernes, 12 de diciembre de 2008

La interesante opinión del presidente de uno de nuestros proveedores


El peligroso cóctel de pesimismo, crisis económica, y escasez de recursos financieros está cuestionando, desde un punto de vista teórico y práctico, algunos de los fundamentos clave de nuestra sociedad.
De un lado se quiere redefinir el capitalismo, se cuestionan las leyes del mercado y se pretende establecer nuevos grados de intervencionismo estatal presentados como "aceptables" o incluso "deseables", según estime quien los proponga. Es este un ejercicio coherente y necesario, que ayudará a centrar el péndulo doctrinario/ideológico entre neoliberalismo y keynesianismo.
Pero también está aflorando una corriente más preocupante que nos tienta con establecer una agenda de prioridades que relegue a segundo plano objetivos medioambientales, sociales y energéticos básicos. Me refiero naturalmente a aquellas tesis cortoplacistas que defienden que "lo único importante ahora es remontar esta crisis", o que "no es momento de pensar en la sostenibilidad".
Resulta paradójico que, siendo esta crisis resultado de la insostenibilidad del modelo vigente, se ponga en tela de juicio, precisamente, la necesidad de hacer cambios estructurales en sus tres vertientes principales -la energética, la social y la medioambiental- para resolverla. Además de una necesidad, una obligación y un derecho, revisar el modelo es una de las escasas fórmulas –en mi opinión la única- para remontar la situación presente.
La peor actitud que podemos tomar no es otra que dejarnos llevar por los efectos anestésicos que proporciona un petróleo barato, a semejanza de lo que ya lo hicimos tras la crisis del 73. Estoy convencido de que, de hacerlo, la siguiente crisis a la que nos enfrentaremos será de dimensiones nunca vistas, con implicaciones sociales de consecuencias imprevisibles y puede que, para entonces, sin solución. Y mucho me temo que se producirá en un momento no muy lejano en el tiempo.
Hay quien piensa -y no me parece una idea descabellada- que la crisis actual es el "aperitivo" de lo que puede venir si no ponemos los medios para evitarlo. Incluso hay quien dice que la situación actual es un "aviso" unido a una "pequeña prórroga" al tiempo que se nos acaba. La idea parte de que el modelo económico y social vigente, al ritmo de crecimiento de demanda en el que estábamos sumidos hasta hace algunos meses, era insostenible, incluso a corto plazo. Se basa también en que el frenético consumismo de Occidente unido al de los países emergentes, no puede continuar su insaciable aumento y que cada día que pasa, el problema está más próximo a no tener solución.
Desde esta perspectiva, cabe argumentar que esta crisis estaría obligando a la sociedad internacional a revisar por completo su modelo de crecimiento y sus pautas de consumo, lo que conduciría necesariamente a una desaceleración en el continuo incremento de emisiones y del deterioro medioambiental al que estábamos abocados en la dinámica pre-crisis. Creo que es conveniente que tomemos, efectivamente, esta difícil situación que vivimos como un "aviso" de que tenemos que poner en marcha los cambios estructurales para que cuando reiniciemos la senda del crecimiento sea de forma más pausada, más fundamentada en el progreso social – sobre todo en la educación, que es lo único que puede suavizar la explosión demográfica previsible para las próximas décadas - y muchísimo más medioambientalmente responsable. Si eso se consigue, a pesar de lo duro que habrá sido el ajuste, podremos estar satisfechos pensando que ha valido la pena el esfuerzo.
Pero por desgracia hay una posibilidad, no remota, de que antepongamos lo inmediato a lo trascendente; de que no seamos capaces de aprovechar el tiempo adicional y la predisposición favorable al cambio que una situación como esta implica. Hay una posibilidad de que saquemos a relucir nuestros peores instintos y nos empeñemos en proteger nuestros privilegios históricos, que no seamos capaces de superar las diferencias ideológicas y sigamos perdiendo el tiempo de esta prórroga en discusiones dogmáticas estériles.
Espero que nuestros líderes políticos sepan aprovechar la oportunidad. Pero no olvidemos que el cambio depende de todos nosotros, que todos somos responsables y que, cualquiera que sea nuestra actividad vital, tenemos una contribución valiosa que hacer para lograr ese cambio.
Por eso, es ahora más importante que nunca mantenernos fieles a nuestros principios y hacer empresa, política o lo que cada uno tengamos como función en la sociedad, de forma responsable, solidaria y con perspectiva a largo plazo.
En ACCIONA apostamos por la sostenibilidad en todas y cada una de nuestras actuaciones y actividades desde hace años. Y no fue un cambio de la noche a la mañana. Nos esforzamos por reordenar y sistematizar el pensamiento y el día a día de una compañía que se había fundado a principios del siglo pasado. Y actuando de esta forma no nos convertíamos más que en herederos del empeño por el desarrollo y la innovación que mis predecesores demostraron cada vez que había que afrontar momentos difíciles para la compañía. Empeño que hoy, tanto o más que nunca, marca nuestro rumbo hacia el futuro.
De esta forma, ACCIONA basa sus expectativas de crecimiento en ser parte de la solución a algunos de los problemas y desafíos más complejos a los que se enfrenta la sociedad de nuestro tiempo: la creación de infraestructuras, el modelo energético y el acceso al agua.
Las infraestructuras, en su sentido más amplio, son la espina dorsal del progreso de una sociedad e influyen directamente en su desarrollo económico, en su vertebración y en la distribución de su riqueza. Ya estén vinculadas directamente a actividades productivas, como el transporte y el comercio; suministros básicos como energía, agua, o telecomunicaciones; o bienestar social, como la educación o la sanidad, las infraestructuras son la base indiscutible en la planificación económica de los países.
La energía, por su parte, es el motor de la producción industrial y enseña del bienestar social, en permanente tensión por la exigencia de más capacidad y disponibilidad. Esa demanda creciente no se puede abordar sin un cambio inmediato y estructural en las fuentes de suministro, en los procesos productivos y en la conciencia social sobre nuestros propios límites naturales. La transición hacia un nuevo modelo energético marcará el éxito o el fracaso en nuestra tarea de “mover” el mundo y disfrutar de comodidades.
El agua, por último, es esencial para la vida y para la prosperidad económica. Suministrar agua de calidad y en cantidad suficiente es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos. Para los países menos desarrollados, siempre ha sido, y será, un problema acuciante. Pero ahora, cuando el mundo desarrollado empieza a ser consciente de la dimensión del problema al padecerlo como propio, el agua, esta vez sí, ha entrado en la lista de prioridades a nivel global.
La respuesta a estos tres grandes desafíos globales es la única garantía de crecimiento económico, progreso social y equilibrio medioambiental. Y esa es nuestra apuesta por el desarrollo sostenible.
Hoy, más que nunca, la sostenibilidad ha de ser, obligatoriamente, una aspiración para empresas y gobiernos. En mayor medida para aquellos que tengan mayor capacidad de decisión. Porque en un momento como éste, desarbolados los grandes principios y conceptos hasta ahora incuestionables, es el momento de pensar en cómo hacer el mundo de otra manera y mejor. Más sostenible.


José Manuel Entrecanales Presidente de ACCIONA

No hay comentarios: