sábado, 24 de enero de 2009

MONUMENTO A MADOFF


Mucha gente se indigna por el hecho de que el especulador norteamericano que ha cometido una estafa valorada en cincuenta mil millones de dólares se encuentre en la calle con una fianza de apenas diez millones.
¿Cómo es posible? ¿Es que la cárcel tan solo existe para los pobres?
Sin duda, pero en este caso no me indigno sino que incluso encabezaré una colecta con el fin de levantarle un monumento a las puertas de la Bolsa.
Y es que Bernard Madoff se ha limitado a timar a banqueros, especuladores y grandes fortunas haciéndoles tragar litros de su propia medicina sin que a ningún pequeño ahorrador, trabajador, ama de casa o empresario decente le haya perjudicado un “corralito de lujo” diseñado para unos cuantos “elegidos” a los que les sobran millones.
Ahora su dinero se ha esfumado y ese me alegra porque ese dinero nunca debería haber estado en manos de Madoff o los cientos de estafadores que prometen a los avariciosos fabulosos beneficios como si los billetes fueran conejos que se reproducen en cuanto se les mete en una caja; ese dinero debería haber sido invertido en fábricas, explotaciones agrícolas, pesquerías, pequeños comercios, barcos, hospitales, colegios y todo aquello que de trabajo y permita a un mayor número de seres humanos vivir mejor y ser más felices.
La baba que se les caía los avaros al advertir como cada mañana aumentaba su capital sin necesidad de mover un dedo se les debe haber congelado antes de tocar el suelo, y eso es bueno. Y no lo es por un sentimiento de rencor o envidia sino por el hecho de que tan dura lección les obligará a comprender que las fortunas no son realmente sólidas cuando no tienen otros cimientos que las promesas de un elegante “fullero” de chaqueta y corbata.
Y es que ahora los “trileros” no utilizan una caja de cartón y tres vasitos, sino un palo de golf y una pelota pese a que se valgan de la misma verborrea levemente salpicada de tecnicismos que encandilan al futuro “pringao”.
Los especuladores han sido especulados y debemos dar gracias por ello.
El mundo construido en torno a la mesa de un restaurante o el “hoyo cinco” de un exclusivo Club de Golf disertando sobre si la cosecha del vino de Rioja de ese año fue mejor que la anterior mientras se prometían castillos de arena o se corrompía políticos se ha derrumbado y Bernard Madoff es como la bandera pirata que coronaba tan hediondo y carcomido edificio.
Levantemos uno nuevo a base de trabajo, decencia y eficacia, pero dejemos la negra bandera de Madoff sobre la puerta con el fin de recordar a los “listos” que siempre hay alguien “mas listo”, porque la excepcional sabiduría del perfecto timador estriba en que la experiencia le ha enseñado que la victima elegida no es mas que un timador en potencia.

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