martes, 10 de febrero de 2009

Ignacio Fernández Toxo, Secretario General de Comisiones Obreras


• Le toca liderar el mayor sindicato de España en una crisis sin precedentes. Y habla con prudencia de la situación, para la que expone sus recetas. Toxo no se cree más rojo que nadie, pero avisa de que si un día se dan las condiciones para un huelga general, la apoyará. A Solbes lo ve algo decaído últimamente.


Un una crisis como esta, le deben contar millones de penas cada día...

Bueno, así tienes una percepción más completa de la realidad. Esta crisis no tiene punto de comparación con ninguna otra de las que hemos vivido, y las hemos tenido muy duras: todo el tránsito de la dictadura a la democracia, y la adaptación a la Comunidad Europea, con la reconversión industrial... Esto es mucho más duro todavía, y, lo que es peor: todavía está por ver hasta dónde alcanza.

Cuando tomó la decisión de presentarse a secretario general, en noviembre, ya había estallado la crisis.

Sí. La situación de crisis en el país, aunque muchos negaran la evidencia, ya era conocida. Nosotros en octubre de 2007 apuntamos una línea de trabajo que presentamos al Gobierno viendo que la burbuja inmobiliaria estallaba, los tipos de interés empezaban a subir y que eso iba a provocar un parón en la venta de viviendas... Eso nos permitió prepararnos un poco mejor, pero es evidente que la realidad ha desbordado las previsiones más pesimistas.

En una tesitura como ésta los sindicatos se la juegan por exceso o por defecto. ¿Cuál ha de ser el papel de un gran sindicato en una crisis así?

Por una parte, intentar en la relación con el Gobierno y las organizaciones empresariales que se canalicen los recursos disponibles –que son escasos, porque la recaudación baja, aunque el país tenga margen de endeudamiento– a la inversión pública en infraestructuras, programas de vivienda, Ley de Dependencia... que son, creo, viveros de empleo fundamentales. Además, trazar un plan de choque para intentar sostener industrias básicas, como la del automóvil, o las energías renovables. La segunda línea es perfeccionar la protección social, en particular el sistema de protección al desempleado, porque va a haber mucha gente sin trabajo y no puede perder todo tipo de protección, sobre todo si la crisis se alarga en el tiempo. Y un gran sindicato debe tener presencia al lado de la gente, en las empresas más pequeñas: la gran sangría de empleo la sufrimos en los despidos individuales y la no renovación de contratos. Además, Comisiones está en la calle, en manifestaciones importantes, como la de Zaragoza por el expediente de Opel, o en Barcelona por el de Nissan, en Valencia, Cantabria...

Ese es el plan ahora.

Sí. Otra cosa sería que alguien pretendiese aprovechar la crisis para, vía reforma laboral, hacer retroceder los derechos de los trabajadores con pretensiones desmedidas, como la reducción del coste del despido... o intentar llevarse trozos de nuestro sistema de protección social, en particular las pensiones. El campo sería distinto entonces, más parecido a lo que ha sucedido hace poco en Francia.

¿En la reducción del coste del despido su posición es ‘ni un paso atrás’?

Efectivamente, así es: ni un paso atrás. En España hay excesiva, demasiada flexibilidad en el despido. Tenemos un 30 por ciento de trabajadores con contratos temporales a los que no hace falta despedirlos: con no renovarles el contrato ya se quedan sin empleo con una indemnización mínima. Y hay una gran facilidad para el despido individual alegando mínimas razones. Por eso en España se destruye mucho más empleo que en otros países cuando cae el ciclo.
Cuando pase su etapa, ¿en qué se habrá diferenciado Ignacio Fernández Toxo de José María Fidalgo?
¿Aparte de en la estatura? A mí no me gusta personalizar en nadie. Formo parte de un proyecto que me ha tocado encabezar y quiero hacer un sindicato de proximidad, más presente en el ámbito de las empresas, de las pequeñas, donde la gente está más desprotegida, y un salto cualitativo en materia de afiliación. Pretendemos un sindicato moderno, insertado en un país descentralizado, un país federal, aunque no se reconozca a sí mismo esa condición.

¿Es usted más rojo que Fidalgo?

Yo no sé si soy más rojo o menos rojo. Yo me considero una persona de izquierdas con un ideario de izquierdas. Hoy no tengo militancia política partidaria, pero creo en una sociedad mucho más justa que la que nos toca vivir, y creo que mi sindicato está en esa onda.

¿Cuántos millones de parados resiste este país sin echarse a la calle?La verdad es que no debería resistir ninguno. La cuestión es si echarse a la calle, en términos de huelga general, ayuda a reducir el paro. Si eso fuera así yo no tendría duda en promover una movilización de esas características.

¿Se ha visto usted en algún sueño o pesadilla haciéndole una huelga general a ZP?

No sueño yo con grandes movimientos épicos. Los pies, en el suelo: si en algún momento eso se hace necesario se hará, pero esas cosas no se anuncian así; son muy serias.Los parados suelen decir que los grandes sindicatos lo son más de los activos que de los desempleados...Toda crítica ayuda, pero no creo que eso pueda sostenerse con un mínimo de rigor.

¿Qué echa de menos en las acciones del Gobierno contra la crisis?Primero, que hubieran sido preventivas, en el momento oportuno. Cuando el Gobierno negaba la evidencia estábamos ya en una situación de crisis. Y eso ha llevado a que recursos generados durante el crecimiento se utilizasen con criterios electoralistas antes de las elecciones últimas. Hoy vendrían muy bien esos recursos. Y creo que el esfuerzo que ha hecho el Gobierno –con recursos de la ciudadanía, no olvidemos– para sostener el sector financiero no está llegando a la empresa y a las familias.

¿Qué pensó cuando oyó a Sebastián que hay que consumir español? Hay cosas que igual el ministro cree que quedan bien y que le dan proyección mediática. De hecho ha conseguido que la gente hable de ello. Pero eso distrae la atención en vez de centrarse en los problemas. Debería hablar más de cómo va a reordenar el sector energético, o de qué recursos va a movilizar para que la gente pueda comprar, sin campañitas, productos fabricados en España.

¿Y cuando oyó a Zapatero que esto es un paréntesis, duro pero paréntesis?

Pues que no vaya a ser que el paréntesis se nos alargue demasiado. Todavía hace unos meses alguien decía que esto era una V. Ni V ni paréntesis: vamos a pasar una etapa más larga que el año 2009 y posiblemente de todo el 2010 de profunda crisis.

¿Qué le parecen esos carteles que animan a los inmigrantes ahora a volver a casa?

Pues que vivimos en una sociedad de hipócritas. No se puede llamar a las personas a que vengan a ayudarnos a transformar este país, utilizándolos en condiciones a veces precarias, y ahora actuar con ellos como si fueran pañuelos de usar y tirar.

¿Le mandaría algún mensaje al ministro Solbes?

Convendría decirle que merece la pena luchar por este país, que no es el momento de tirar la toalla, que hay márgenes en la economía española, que tal vez algunas alegrías del pasado puedan hacerse reversibles, que actuando con más firmeza y apoyado en los sectores más dinámicos de esta sociedad las cosas pueden hacerse bien y salir de esta en condiciones.

¿Lo ve usted decaído?

Sí. En sus últimas apariciones no era precisamente la alegría de la huerta

No hay comentarios: