domingo, 9 de junio de 2013

Sobre cómo elaborar un comité de “Expertos”.

Recientemente, en este país que envejece a chorros desde el punto de vista no sólo de la edad, sino también de la capacidad de generar ideas, el gobierno ha confeccionado una lista de los llamados “expertos”, para que extrajesen conclusiones de hacia donde va el sistema de la Seguridad Social y el de pensiones.
 El pasado 10 de abril, el gobierno nombró a estos “expertos” para que “definieran cual era el mejor modelo para aplicar el llamado “factor de sostenibilidad” (obsérvese lo ecológicos que se han vuelto en el gobierno últimamente: ahora quieren “sostenibilidad” a toda costa) elaborar un informe para el llamado “factor de sostenibilidad” (las comillas son mías).
 Cuando el público ha querido enterarse, ya habían salido con unas conclusiones sobre el “qué hacer”, de dijo Lenin en su día, pero al contrario. Y la respuesta ha sido una fórmula del factor de actualización anual de las pensiones que es una ecuación indigerible. Nada menos que esto:

Fórmula

 El común de las gentes, no está para algoritmos complejos y piensa, con bastante razón, aquella famosa frase de “se temen mejoras”. Los que escudriñan algo más, descubren ahora la rueda de que dentro de los factores hay hasta lo que se ha dado en llamar “coeficiente de equidad intergeneracional de las nuevas pensiones”. Parece algo nuevo, pero es una vieja rueda de carro. Es lo que aprendí de mis padres, sin necesidad de fórmulas, no sólo por que lo aprendí de su comportamiento, sino por lo que siempre me habían dicho (y vi con mis propios ojos) que hicieron ellos por los abuelos y mis abuelos por mis bisabuelos y así hasta una generación antes de Adán y Eva, que los pobres no tuvieron a ningún padre del que hacerse cargo: cuidarlos con mimo y en cualquier circunstancia. Pero claro, dicho en palabras de los expertos, parece una rueda de nueva tecnología, de esas que ahora están siendo investigadas en los circuitos de Fórmula 1.

 En el formulajo, también se considera la fabulosa “esperanza de vida”. Y al parecer han descubierto que cuanto más duren los individuos, menos habrá para cada uno de ellos de los que los tienen que cuidar. El huevo de Colón, vamos y para ello han necesitado nada menos que de un exponencial. No he investigado esta joya de la matemática abstrusa con mucho subíndice esotérico para saber qué sucedería con las pensiones de los supervivientes a un colapso social, que propiciase un descenso brusco de la totémica “Esperanza de Vida”: ¿Se forrarían los ancianos supervivientes con las revalorizaciones de sus pensiones, por puro algoritmo?

 Lo más bonito de todo, es que parece que es el “Comité de Expertos” el que se ha reunido libremente o a pedido del gobierno y ha establecido la “equidad” para la “sostenibilidad” de la “ancianidad” y aunque no lo he deseado, me ha salido un pareado. Vaya enjuague semántico para salvar la cara. Pero resulta sospechoso que esta reunión haya sido promovida sólo cuando los verdaderos poderes (la Troika, se viene a dar en llamar ahora), han forzado al gobierno de España a meter mano en la caja de salarios de funcionarios, pensiones de ancianos, servicios sociales en sanidad o en educación.

 Pero vayamos al grano. Es evidente que si la economía mundial no puede crecer o no crece por las razones que sean o incluso decrece (crecimiento negativo, diría cualquiera en el poder), que no se podrá gastar lo mismo en las mismas cosas que se gastaba antes. No hace falta ser doctor en Ciencias Económicas para saberlo.
Uno, sin ser un experto, lleva hablando desde 2003 de la crisis energética mundial, con constancia documental de que los efectos de la misma podrían empezar a notarse hacia el 2010 (fecha del llamado cenit de la producción mundial de petróleo) y que ello que llevaría a una imposibilidad de crecimiento, material y por tanto económico, por falta de más energía que en el año anterior y ello, por tanto a una severa y permanente crisis económica y financiera y a un descenso importante de los niveles de vida. He recibido durante todo este tiempo decenas de improperios sobre mi carácter apocalíptico, sobre mi visión negativa de la vida (hay que ser positivo, dicen los que ignoran que un pesimista suele ser un optimista bien informado).
 La cuestión es que los “expertos”, si hubiesen sido mínimamente consecuentes, no deberían haber aceptado la petición del gobierno de reunirse para sacar una conclusión de qué hacer con las pensiones, sino de qué hacer con el país entero: pensiones, sanidad, educación, gastos militares, verbenas, publicidad, alimentación infantil, cuidado a los marginados, bancos y sus estafas y ayudas, bolsa de valores y sus especulaciones, agricultura y ganadería (donde está y radica la verdadera “sostenibilidad”), pesca (ya muy insostenible), industria productiva, extractiva o incluso del ocio (vomito cuando veo a Sheldon Adelson), turismo (muy insostenible, si la crisis se acentúa), obras públicas y privadas necesarias e innecesarias y una miríada de cosas más de las que a buen seguro se podría ir ajustando la merma de recursos y capacidades que la crisis impone.

 Pero en fin, lo hecho, hecho está, aunque siempre se pueda luego anular, como todo en esta vida. Ahora quisiera comentar otro asunto que me ha llamado poderosamente la atención.
 Al publicarse las conclusiones del Comité de “Expertos”, las reacciones en los medios han sido y siguen siendo fulgurantes. Los medios que suelo denominar del pesebre y del abrevadero, es decir, los de cuya misma existencia pende de las grandes corporaciones y de la publicidad e inversiones de éstas en los mismos medios, se han limitado generalmente a decir eso, que son “grandes expertos” y a analizar inmediatamente las filiaciones para saber si son de los de la banderita roja (PSOE) o de los de la banderita azul (PP). Este comportamiento entra siempre dentro de lo que se les permite opinar sobre el bipartidismo monopolista. Y desde luego, no se les ocurre cuestionar, ni por lo más remoto, la enorme capacidad de estos “expertos” para decidir el futuro de varios millones de futuros (y ya veremos si no de los presentes) jubilados y pensionistas. Para ello, cuando se empieza a exigir que nos digan cómo el gobierno seleccionó a estos señores y señoras y quienes son, se lanzan al público sus impresionantes currículos.
 Uno pensaba que la izquierda (no me refiero al PSOE) debería hacer alguna crítica más profunda a estos nombramientos y a su forma y a sus objetivos marcados de antemano como en las buenas juergas de tahúres. Pero no, en general también viene a descubrir que esa izquierda, anda algo perdida, porque se ha centrado en exprimir de sus currículos sus inclinaciones partidarias. ¡Aja! Este ha trabajado para la FAES; ¡hombre, pero si este trabaja en la patronal de las compañías de seguros privados! O ¡fíjate, el tipo es de Comisiones y encima vota a favor de rebajar las pensiones! Y así sucesivamente. Dentro de esta izquierda, sigue habiendo mucha gente que piensa que sigue habiendo manteca para tirar al techo para mantener nuestro insostenible modo de vida occidental y que solo es cuestión de redistribuir. Sin negar que la redistribución más justa de lo existente es lo primordial, este sector sigue ignorando que la Tierra se está agotando y sus principales recursos también

 A mi, con esta mente tan retorcida que tengo, se me ocurre alguna cosa más que comentar. Cuando veo los perfiles, no de los cargos o filias y dependencias de los llamados “expertos”, sino de su formación académica, que muy pocas veces se describe en los medios convencionales, pero que hurgando se puede encontrar en el oráculo de Google, salen cosas como sigue:

 Victor Pérez Díaz. Sociólogo. UNESPA, patronal del seguro privado. Relación con FAES Rafael Doménech. Economista. Ha trabajado para UNESPA y AVIVA compañías de seguros privados. Número dos del servicio de estudios del BBVA. Catedrático de la Universidad de Valencia. Mercedes Ayuso. Economista. Catedrática en Barcelona. Manuel Lagares. Economista. Director General Adjunto de la Confederación Española de Cajas de Ahorros Catedrático en Alcalá de Henares. Ignacio Conde-Ruiz. Economista. Asesor de AVIVA. Colaborador de FAES Miguel Ángel Vázquez Burgos. Tiene escondido el curriculum en Google. Jefe del servicio de estudios de UNESPA y experto de AVIVA Miguel Ángel García. Economista. El director del gabinete económico de CC OO y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos. Apoyó el acuerdo. Santos Ruesga. Economista. Catedrático de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid. Asesor de la Comisión Europea y el Banco Mundial. PSOE. Se opuso al acuerdo (el único). José Luis Tortuero Plaza. Abogado. Catedrático de Derecho del Trabajo de la Universidad Complutense. PSOE. Se abstuvo. José María Marín Vigueras. Economista. Catedrático de Economía Financiera por la Universidad Carlos III. Expresidente de la Asociación Española de Finanzas (AEFIN), director del centro de investigación en Economía Financiera (CREF). Es también miembro del Grupo de Asesores Económicos (GEA) y de la Autoridad Europea de los Mercados de Valores (ESMA). José Enrique Devesa Carpio. Economista. Departamento de Economía Financiera y Actuarial. Facultad de Economía. Universidad de Valencia. Galardonado por la fundación Edad y Vida, que incluye a varias aseguradoras. Francisco Castellano Real. Economista. Catedrático de Hacienda Pública por la UNED y jefe de asesoría fiscal de la CECA. Actualmente es secretario Colegio de Economistas de Madrid y asesor fiscal.

 Veo con sorpresa que hay 9 economistas, un abogado y un sociólogo. Esto empieza a resultar muy alarmante. Queda al descubierto que las principales decisiones que rigen hoy al mundo las está tomando gentes que se han graduado en esta disciplina, tan lejana de las ciencias exactas. Que el futuro de la sociedad lo puedan decidir estos grandes “expertos” de la economía, ninguno de los cuales siquiera intuyó que este modelo de sociedad se iba al carajo más pronto que tarde, es lo que más preocupante me resulta.
 En un mundo ideal, en el que los golfos que nos gobiernan hubiesen querido analizar la situación con algo más de pluralidad y objetividad y unas miras más amplias (amplitud de miras o sentido del Estado suelen llamarlo ellos mismos, cuando se ponen pomposos o necesitan ayuda), yo sinceramente echo de menos algunas disciplinas tales como, historiadores, que pudieran contar a los demás como los imperios y naciones, incluso las más poderosos, suben, llegan a su cenit y se hunden o desvanecen. Echo de menos en el grupo de expertos a filósofos, que ayuden a meditar sobre si el sentido de la vida exige priorizar recortes a ancianos o a otras actividades humanas, en una sociedad tan derrochadora; faltan, a mi juicio, biólogos y físicos o bien naturalistas, que enseñen a los economistas el concepto de límites biofísicos de la Naturaleza y el verdadero sentido de la “sostenibilidad” de la que tanto presumen preocuparse ahora, pero exclusivamente para las pensiones. Noto la ausencia de demógrafos, que puedan decirles que lo que supone el crecimiento de población y sus límites y no sólo el envejecimiento de la misma. No han llamado a matemáticos o estadísticos, para que ayudasen a los economistas a no retorcer con fórmulas infumables la realidad y a ofrecerles ecuaciones más sencillas y accesibles a todos (el bue matemático es siempre elegantemente simple). Faltan médicos, que puedan contar entre los “expertos” lo que supone ser viejo. Por faltar, quizá hasta falte algún psicólogo o psiquiatra, para dar algunas sesiones al resto del grupo y a los que eligieron a los candidatos (alguien los llamó por teléfono y los convocó; queremos el nombre de esa persona también, para preguntarle por su criterio de selección, aunque en cuanto se hurga se ve claramente cual fue), posiblemente muy necesarias. Por haber, habría que haber llamado a algún militar, experto en estrategias, como ha hecho el gobierno alemán o el británico para analizar la crisis energética (y lo que la rondará en los aspectos sociales y de disturbios potenciales), porque en algún momento esto estalla. Hubiese sido muy oportuno contar con algún jubilado o pensionista, que representase a las organizaciones de jubilados y ancianos y les contase como se sienten, por ejemplo, las viudas que ahora cobran 400 euros al mes y además tiene que dar de come al nieto. Dado que ya hemos visto que han llamado a algún afín a las dos principales organizaciones sindicales, no insistiremos sobre ese particular. Pero podrían haber llamado a algunos trabajadores no sindicados, para variar, ya maduros y de todos los rangos y profesiones, que ven alejarse el horizonte de su jubilación, más que nada, para sentir en el Comité el pálpito del pueblo. Para que no piensen que discriminopor razones de religión, yo hubiese incluído en el lub hasta a un cura, para que aportase la visión religiosa sobre cómo tratar a los ancianos. Podrían haber invitado también a algún político profesional, ya de paso, de los que prometieron electoralmente que no se tocarían las pensiones, para ver si a la vista de las conclusiones, decide hacerse el harakiri o sigue en el chiringuito y no dedicarse a manipular a y a inducir, desde la sombra o desde el tendido, al grupo de “expertos” sobre el objetivo buscado para las pensiones. Podrían haber invitado a algún inmigrante, de los que han estado cotizando y ahora se tienen que marchar de vuelta a su país, antes de que sus aportaciones hayan surtido efecto alguno. También podrían haber incluido a algún otro inmigrante sin papeles, de esos que trabajan en negro para un señorito blanco sinvergüenza y no cotizan y que, por tanto a ellos esto se la trae al pairo este dilema de lo que van a cobrar de mayores, aunque no su propia supervivencia. Y para terminar, podrían haber metido en el Comité a algún parado o matrimonio de parados de larga duración, para que explicase cómo ven ellos su pensión, una vez que ha acabado su prestación y se quedan en blanco a los 46 años, con tres hijos en edad escolar y si están de acuerdo con la fórmula matemática sobre la “esperanza de vida”. Observen que he dejado interesadamente fuera a algún geólogo o ingeniero del petróleo o energético, para que explique claramente a todo el mundo que la energía principal, la energía fósil, está llegando a su cenit y que si no hay más energía a cada año que pasa, no va a haber más crecimiento económico; y que si no hay crecimiento económico (y no hace falta ser economista para saber esto), el sistema financiero tal y como lo conocemos, se va a desplomar (si es que no está desplomado ya y disimulando) y que por tanto, efectivamente es una cuestión de pensar, entre todos y no sólo una casta, cómo nos vamos a tener que ir apañando y qué prioridades habrá que considerar (y no sólo las pensiones, sino hasta los salarios de los futbolistas de primera o de los de los señores diputados) en la cuesta abajo desde la cumbre del derroche en que hemos vivido en algunos países privilegiados del Occidente rico, antes de tocar las cosas de comer, que deberían ser las últimas.

 En fin, que veo el asunto vergonzosamente manipulado por la casta de economicistas devenidos en “expertos” en hacer lo necesario para que resulte lo conveniente. Y por eso no me he podido aguantar.

 Pedro Prieto. 8 de junio de 2013.

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